Se habla casi siempre de empresas innovadoras. Lo leemos en libros, o en artículos, o lo escuchamos en conferencias y en los medios de comunicación.
Pero realmente quien innova son las personas, sin personas no hay innovación. La empresa es un ente abstracto que se sustenta en la aportación de las personas. Decir que una empresa se innovadora sin poner los nombres de aquellos que permiten adjetivarla, hace que no se valore la aportación humana.
El valor añadido que unas personas dan a la empresa hace que ésta se pueda definir como innovadora. Pero poner nombres a los innovadores en la empresa no gusta, porque eso hace que éstas tengan un valor que a menudo supera con creces su coste, y entonces puedan pedir una retribución superior.
Pero mientras su contribución al beneficio sea superior a su coste su presencia será necesaria. No reconocer su valor hará que en el tiempo su aportación sea decreciente.
Es necesario que las empresas definan sistemas retributivos donde la aportación al beneficio de los innovadores sea reconocida, no sólo de forma «emotiva» sino también económica.
El beneficio mutuo a la larga genera más beneficio.