Aunque aprender de los mejores sea una de las reiteradas recomendaciones que se dan para crecer tanto a nivel personal, como empresarial como de país; en el área de la innovación y en especial en lo referente a inversiones en I+D a menudo se hace lo contrario. Ayer Guillermo Dorronsoro, en su recomendable blog euskadiTM, escribía una reflexión sobre la reciente visita que Angela Merkel hizó a la OCDE dónde la líder germana exponía que uno de los motivos de los éxitos de Alemania son sus inversiones en I+D y la política de no recortarlas en el ámbito público.
Por cierto aprovecho para indicar que Angela Merkel no hizo mención a una de las estrategias para incentivar la I+D de los empleados que no es otra que la más que interesante “Ley de Patentes de Empleado”.
Las declaraciones de Angela Merkel contrastan con la situación aquí, donde los recortes en I+D+i han ido de la mano de los recortes salariales (aunque no ha habido ni recortes en costes energéticos, o en costes en cotizaciones sociales, o en impuestos); con estas decisiones lo que se obtiene es “pan para hoy, hambre para mañana”.
Ahora bien una política de inversión de I+D+i requiere en mi opinión un cambio radical en algunas de las filosofías de base de la I+D Pública como la “obsesión en la publicación” que puede provocar que se puedan desarrollar proyectos aptos para ser publicados en las revistas de relevancia pero de poca o nula posterior aplicación industrial, o que a menudo muchos proyectos de empresas privadas no se desarrollen en la Universidad por el mismo motivo: es un proyecto interesante pero no será publicable. Esta disonancia Universidad-Empresa que aún se mantiene es muchos “reinos de Taifas” afortunadamente se ha roto en otros en los que personas con una visión diferencial, y a menudo en contra del statu quo establecido han creado y desarrollado “unidades de innovación” con vocación de aplicación industrial dirigidas al tejido empresarial del país.
Si queremos desarrollar una I+D que ayude al desarrollo empresarial hemos de obtener proyectos verdaderamente innovadores y que aporten soluciones inexistentes ahora y creativas, pero para ello es preciso conocer la situación de las tecnologías y los conocimientos; por eso debería ser obligatorio al iniciar cualquier proyecto de I+D un Informe Tecnológico de Patentes, para no “investigar lo ya inventado”.
Por lo que se refiere a inversiones en I+D la cifra de un 3% me parece razonable siempre que venga acompañada de un 7 % para innovación. En mi opinión los proyectos de I+D adolecen a menudo de una aplicabilidad industrial difícil de obtener si no se dedican recursos a su “industrialización”. Es por ello que creo que debería invertirse para realizar proyectos que obtengan innovaciones de los proyectos de I+D desarrollados previamente.
Quiero recordar al respecto que hay estudios que exponen que un 44% de las empresas manufactureras alemanas innovadoras no lleva a cabo actividades internas de I+D.
La I+D es importante, pero invertir en ella debe hacerse teniendo planificado como va a ser aprovechado por el tejido empresarial, sino es como invertir para obtener líneas de AVE inacabadas o para construir aeropuertos sin aviones.
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