Uno de los frenos más importantes a la innovación en las empresas es el temor a las consecuencias de que sea un fracaso. En algunas organizaciones la estigmatización de los fracasos genera una actitud de apatía entre los empleados cuando se plantean cambios de paradigma que sacuden los cimientos de la estructura organizativa.
La actitud de la dirección frente a los fracasos y los errores es uno de los elementos troncales de la cultura de una empresa que configura la forma en que se toman las decisiones (o se ocultan los resultados de estas).
En el ámbito de la innovación hay que ser conscientes que esta es una inversión de riesgo, pero un riesgo que puede ser controlado y cuantificado. Ahora bien, en la empresa muchas inversiones son de riesgo como las de las campañas de marketing o las inversiones en instalación, e incluso la inversión que supone la contratación de personal. Todas estas inversiones son inciertas en su resultado, pero se hacen con menor cuestionamiento que las referidas a innovación porque habitualmente se consideran necesarias.
En cambio la innovación a veces se considera que no es necesaria, que no es el momento de innovar porque tenemos otras prioridades. Pero eso es un error porque las empresas deberían plantearse innovar de forma continuada para mantenerse vivas en el mercado.
Pero innovar no quiere decir desarrollar innovaciones radicales o disruptivas, lo que yo creo es que deben desarrollar proyectos de innovaciones incrementales porque es más razonable, especialmente en las pymes con recursos limitados. Sin embargo una opción es dedicar un porcentaje de los recursos asignados a innovación a proyectos de innovaciones radicales porque estas pueden aportar nichos de mercado en los que hasta ahora la empresa no comercializaba sus productos.
Pero para llevarlo a cabo es necesario que no exista miedo al fracaso en la empresa y si ahora existe entonces hacer un cambio cultural basado en el ejemplo, es decir, que los errores y fracasos sean asumidos como situaciones habituales en la empresa y que no tienen consecuencias; excepto si son consecuencia de incompetencia, indolencia o mala fe, en cuyo caso sí que se debe actuar de forma clara.
En el tema de los errores y la gestión del conocimiento que aportan una de las opciones que yo recomiendo es el uso de la metodología After Action Review o (Evaluación después de la Actuación) que es un método que funciona desde hace mucho tiempo en muchas empresas e instituciones. Lo que me gusta de esta metodología es que favorece el análisis y el aprendizaje colectivo de los errores, cómo se producen y cómo evitarlos.