Leyendo a Iñigo Irizar en su blog “Handitu” me entero de las declaraciones de la ex-ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia sobre las patentes en el diario expansión en las que expone: “De todos modos, indicadores como el número de patentes ya no representan la capacidad innovadora, siquiera, del sector tecnológico, ya que muchas empresas optan por el secretismo”.
Esta respuesta suena excusa para no afrontar el hecho que el indicador de solicitudes de patentes en España vaya cayendo año tras año a nivel nacional desde 2008 tal como se expone en el último “Informe del Sistema de Patentes”; o que en las solicitudes ante la Oficina Europea de Patentes España ocupa el puesto 17 superada por países como Bélgica o Dinamarca.
La realidad es que no se patenta porque no existe entre las empresas una “cultura de patentes”; lo que se demuestra en que en 2015 en España solicitaron más patentes los particulares que las empresas; lo cual supone una anomalía estadística de profunda significación.
Habría que preguntarle porque en países como las empresas de países como Corea o China mantienen un crecimiento sostenible de las solicitudes internacionales, o que supone que algunas de esas empresas soliciten más patentes que toda España.
Sobre el secretismo es uno de los factores a definir si existe en la empresa una “Gestión estratégica del Capital Intangible” lo cual no siempre se encuentra. Adoptar el “secreto industrial” para proteger el conocimiento no siempre es efectivo, especialmente si ese conocimiento se incorpora a un producto o servicio que puede ser adquirido por la competencia que mediante ingeniería inversa puede llegar a replicar la tecnología desarrollada.
Pero además el hecho de patentar permite que las empresas puedan tener unas líneas de negocio que sin ellas sería imposible. Estas son las que permiten las licencias por royalties o las ventas de patentes, con las que además pueden aplicarse el incentivo fiscal del “Patent Box” en el Impuesto de Sociedades. Otra via de ingresos la puede representar las indemnizaciones por infracción de sus patentes por parte de terceros.
Sin patentes ¿qué hubiera sido de la empresa Fractus?
Pues no existiría, porque su negocio se basa en las licencias de las patentes de tecnologías de antenas fractales por las que pagan los fabricantes de teléfonos móviles para utilizarlas en sus dispositivos. Y su caso es, también, uno de los claros ejemplos de lo que se puede obtener con las patentes; en 2012 un tribunal en Estados Unidos le concedió una indemnización de 30 millones de euros a pagar por… Samsung siendo la facturación anual de Fractus del orden de 10 millones de euros; es decir, una indemnización equivalente a tres años de facturación.
En el artículo de Expansión se hace una afirmación sobre las patentes que considero cuestionable: “El ciclo de vida de los productos tecnológicos y digitales es ahora tan breve, que una compañía no se puede permitir retrasar varios meses el lanzamiento de un nuevo producto”. No existe ninguna razón para retrasar un lanzamiento por una patente porque se puede hacer la solicitud antes del lanzamiento; lo que marca la prioridad es la fecha de la solicitud.
Pero no hay que esperar a solicitar la patente cuando estamos produciendo el producto para comercializar sino que se puede presentar una vez que se tiene claro que la innovación funciona y eso ocurre con los primeros prototipos que normalmente solo se conocen internamente. Lo que se requiere es una gestión estratégica de patentes. Pero es que además si presentamos la innovación al mercado entonces pierde su carácter de novedad y entonces no podremos patentar.
La patente no es solo un indicador de la capacidad de innovación de una empresa sino que también representa un valor negociable que forma parte de su Capital Intangible y que puede suponer una fuente de ingresos por diferentes vías. Además una patente es un derecho que confiere a la empresa la capacidad de crear un monopolio temporal en el mercado en el que se tenga conferido ese derecho.
Lamentablemente la visión del “Que inventen ellos” se ha transformado en un “Que patenten ellos”.