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Uno de los temas que surge cuando enseño sobre innovación es la descripción de las tipologías de innovación que se pueden desarrollar. Si me centro en innovaciones tecnológicas expongo que las podemos clasificar entre innovaciones radicales e innovaciones incrementales; entre innovaciones rupturistas (o disruptivas) e innovaciones continuistas; o entre innovaciones en productos o innovaciones en procesos.
Esta última clasificación define como consecuencia dos estrategias de innovación en las empresas la estrategia de diferenciación y la estrategia de reducción de costes. Si desarrollamos proyectos dirigidos a la innovación en procesos lo habitual es que vayan dirigidos a reducir los costes de los productos para que sean más competitivos, y ello viene o bien por la incorporación de innovaciones incrementales, o bien por incorporar innovaciones rupturistas sobre los procesos que actualmente se están desarrollando.
Las innovaciones en producto también pueden ir dirigidas a la reducción de costes; si ello ocurre habitualmente es debido a la presión de la competencia que comercializa productos más económicos. Esta estrategia de reducción de costos puede conllevar a medio plazo una reducción de márgenes y, en el peor de los casos a generar pérdidas que pueden hacer insostenible esa línea de productos y afectar a la empresa. No obstante este resultado parcial puede tener sentido dentro de una visión global cuando supone un complemento del portafolio que interesa mantener por razones estratégicas.
En la innovación de productos la estrategia, en mi opinión, más interesante es la de la diferenciación que si va unida a una estrategia de marketing permite que el precio del producto sea más elevado por las diferencias y ventajas que ofrece con respecto de los productos de la competencia.
La decisión de que estrategia adoptar (costes o diferenciación) define las innovaciones que se van a desarrollar. Aunque es posible obtener ambas a la vez, esto no ocurre siempre; pero lo que sí que provoca a menudo son conflictos de intereses. Esto sucede por ejemplo cuando se quieren incorporar funcionalidades diferenciales de la competencia, porque generalmente suponen un incremento de los costes del producto y entonces, si no se ha definido cuál es la estrategia prioritaria, se produce el dilema. Por eso es necesario que este claramente definida que estrategia se ha de seguir.
Si deseamos innovaciones bajo una estrategia de reducción de costes deberíamos acometer de forma simultánea dos líneas de actuación, por un lado incorporar innovaciones continuistas y por otro lado evaluar innovaciones rupturistas que puedan generar una reducción de costes relevante con respecto a la inversión. Ahora bien la elección de sobre que se va innovar requiere un análisis previo de los diversos componentes, sus funcionalidades y su coste. El desarrollo posterior de innovaciones supone una adopción de una filosofía de “gestión del valor” ya que lo que vamos a realizar es una actuación sobre el valor del producto entendido como la relación entre funcionalidades y coste.
Las innovaciones de ruptura o radicales son, en principio, las más interesantes por el efecto que suponen en el mercado pero su obtención no es inmediata, y su coste de desarrollo en muchos casos es imposible de saber a priori. Este tipo de innovación podríamos asimilarlo a los “cisnes negros” de Taleb.
Para finalizar reitero el concepto que es necesario definir cuál es nuestra estrategia de innovación: costes o diferenciación.
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Guan-Lluis: me ha gustado mucho este post. Yo hago míe la mayor parte de las opiniones.