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Uno de los principios en que se basa la Innovación Sistemática es la Funcionalidad. Este principio nos dice que “Todo Sistema existe para realizar funciones útiles”, es decir, que cualquier producto o sistema que diseñemos debe generar utilidad. Pero, en paralelo, los sistemas generan funciones perjudiciales/dañinas. Veámoslo con el ejemplo de un coche: una función útil es trasladarnos de un lugar a otro con comodidad, pero una función dañina es que contamina.
La Funcionalidad, además, nos aporta un corolario: “cualquier componente del sistema que no contribuye a una función útil es en última instancia perjudicial”.
Este corolario considero que es muy importante cuando queremos innovar en procesos, porque a menudo nos encontramos con fases del proceso o actividades que tenemos que hacer que no aportan valor, y que por tanto lo que hacen es consumir tiempo (del sistema y del usuario) por tanto son perjudiciales.
Esto, lo vemos en multitud de plataformas web de compra donde determinados procesos de compra o de búsqueda no están bien desarrollados (no cumplen la Regla de los tres clics).
O en procesos en las Administraciones Públicas donde, a menudo, subyacen prácticas o procedimientos que no generan utilidad al usuario: ¿Por qué en multitud de gestiones administrativas aún hay que incluir fotocopia de documentos que son gestionados y elaborados por la misma administración pública?
La idea de Funcionalidad es una de las más poderosas en el ámbito de la innovación sistemática ya que focaliza los esfuerzos en aumentar las funciones útiles y en disminuir, o mejor eliminar, las funciones nocivas.
En el campo de la salud un ejemplo seria la quimioterapia: por un lado la función útil es destruir las células cancerosas, pero por otro lado las funciones nocivas son los efectos secundarios que produce. En este caso, si queremos innovar tenemos dos vías de actuación: aumentar la capacidad destructiva o bien, disminuir o eliminar los efectos secundarios; lo mejor sería actuar en la forma definida sobre ambas funciones simultáneamente pero habitualmente no es posible. En consecuencia, hemos de decidir sobre que función vamos a actuar e innovar. Y pensando en el paciente, creo que es mejor actuar sobre los efectos secundarios más nocivos, porque intuitivamente una quimioterapia más agresiva aumentará la magnitud de los efectos secundarios.
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